jueves, 22 de enero de 2009

Un día muy espeso

Suena el despertador… las seis y media de la mañana. Empieza un nuevo día, otro jodido día.

Ya no está ella para despertarme con sus besos, ya no está… Esta noche he dormido fatal, no he parado de dar vueltas a la cabeza, pienso y pienso pero no llego a ninguna parte.

Me pongo ese aburrido traje, la vida es monótona, siempre el mismo traje, el mismo trabajo, los mismos amigos, ya nada tiene sentido.

Voy al baño y me lavo la cara, frente al espejo puedo mirarme, me siento perdedor, sucio. Me lavo los dientes y me pongo las gafas, me dirijo a la cocina y me pongo el café en el microondas. ¡Dios! ¡Está ardiendo! Nada me sale bien. Me lo bebo con más pena que gloria y me voy a la entrada, cojo las llaves y me voy.

Ya son las siete y media. Bajando por las escaleras me encuentro a Conchi, la vecina del 4º. - Buenos días vecino, ¿qué tal el día? - Perfectamente señora, pase un buen día – es la típica vecina cotilla que se pasa horas y horas limpiando la mirilla, no puedo soportarla. Un día la tiraré por las escaleras y me quedaré tan ancho, es quizá mi sueño a corto plazo.

Hace mucho frío, el sol aún no ha salido, las hojas suenan con cada paso. Ya llegué a la parada, veo a los cúrrelas de siempre: el negrito de la esquina que se gana la vida de jardinero, Encarni la pescadera, un borracho que se dirige al INEM, la cría de papá que va a su colegio privado… la gente de siempre. Por fin llega el 34B, el trabajo me pilla a 20 minutos andando, pero el frío arrecia y no es lo más adecuado que se diga, el autobús da más vuelta, pero no me apetece morir congelado.

Así pues, entro, saludo al conductor y me escabullo entre la multitud que coge el autobús en hora punta. Me siento en el asiento de la ventana, y empiezo a contar árboles: uno, dos, tres, cuatro… en cien metros; cinco, seis, siete, ocho, nos adentramos en el túnel de la M-30. De repente oigo un frenazo y el autobús empieza a moverse, la gente grita asustada y despavorida, ¡Estamos dando vueltas de campana! Todo pasa demasiado rápido. Toda mi vida ha pasado, como dicen, como una película: he recordado a mis padres, mi hermana, a todos mis amigos, a ella… solo puedo tener buenos recuerdos de ella, ¿por qué fui tan cabrón?

Me encuentro mal, me duele muchísimo el brazo, creo que me he roto los huesos. La cabeza me va a estallar, con la mano que no me duele me toco la frente: la sangre sale a borbotones, cada parpadeo me hace estremecer de dolor, la gente llora y solloza, los ojos se me cierran, creo que he perdido demasiada sangre, estoy perdiendo el conocimiento… ¡Dios mío! ¡Las ocho de la mañana! Tengo los huesos destrozados, este sillón es muy incómodo, me había quedado dormido viendo aquella mala película. Irene sigue durmiendo, hoy libra… ¡Maldita sea! Todo ha sido un sueño, nada más que un sueño… ¿o no?

6 comentarios:

Emma dijo...

Eeehhh!!! Con que Irene, eh? ¿O solo está en tus sueños?...
Con lo mal que duermes, solo te falta dormir en el sillón y soñar estas barbaridades... De todas formas, sea verdad o no, me ha gustado mucho el relato. Bon dia i molts petons, Carles.

Carmina dijo...

joder el relato al final acojona... solo falta que duermas en el sofa, te levantarias hecho un ocho, y la pobre irene a aguantar quejas, tienes dotes de narrador... bueno si te gusto la primera parte de mi relato anda servida la segunda... y por lo visto engancha...

Carlos dijo...

Para Grouiñidos si entra...tienes que saber que no puedo poner comentarios en tu blog.
Gracias

Juanita dijo...

Hola Carlos; quiero expresar mis comentarios por partes:
1.- Me fascinó la obra de Antonio Gaudi; mi hijo, que es artísta plástico conoce su obra y en verdad es muy interesante el concepto que maneja.
1.- Este relato me ha mantenido en la orilla del asiento; me hizo recordar una película llamada: "Si yo hubiera" con Gwyneth Paltrow y Jhon Hannah, no sé si la has visto pero trata de la vida de una mujer a partir de un accidente en transporte. Me encantó, simplemente eres muy bueno al redactar. Gracias por tu comentario; en verdad ser profesor tiene su chiste y sí, se necesita mucha paciencia. Te mando un enorme beso y un abrazo en la misma magnitud.

Mónica dijo...

Pensé que ibas a dejarme un mal sabor de boca con el relato pero me alegro de que no haya sido así. No me gustan los finales tristes.

Besitos

Isi dijo...

Curioso que al mirar la hora se asombre de que son las ocho de la mañana....no?.

Buen relato, como siempre.

Besos