domingo, 4 de enero de 2009

¡¡¡AL FIN CANADA!!!

El primer día

El poder de convicción de Jorge era tan grande que nos convenció para ir al Canadá y pasar una semana pescando peces y un montón de frió.

Después múltiples peripecias con los aviones, trenes y el alquiler de un Grand Cherokee, llegamos al poblacho más cercano al lugar de la pesca, cenamos en lo que podríamos llamar comedor de una choza, o cuchitril de bosque y, después rápidamente nos fuimos a dormir para levantarnos pronto, me tome varios potingues para dormir y al cabo de tres horas me sumergí en un profundo sueño.
A los quince minutos (o así me lo pareció), un indio aporreo mi puerta y se puso a gritar:--¿Listo amigo? Peces no esperar. ¡Marcharnos ahora!
Termine de despertar al resto de compañeros de fatigas y, atontado todavía por las pastillas somníferas, me tome otras para despejarme y prepararme para el viaje.
Nos metimos en el Cherokee e inmediatamente empezamos a hacer crucigramas. Habíamos recorrido unos cien kilómetros, cuando nuestro guía mandó detener el coche. A pocos metros de distancia había cuatro caballos con su silla de montar, y mucho más espabilados que nosotros ya que no paraban de brincar.
El indio nos ayudo a subir a nuestras sillas y luego golpeando a los caballos grito:
--¡Adelante!—

Lleno de miedo y aferrado a la silla con ambas manos, galopamos unos veinte kilómetros. Suerte que los caballos sabían el camino de memoria, y seguro que también sabían que los jinetes que los montaban no tenia ni puta idea de ir encima de un caballo. El camino se complico y se hizo intransitable. El guía dijo que desmontáramos que nos equiparamos para el trayecto final y que los caballos no podían seguir adelante. --Nos dice: Pantanos allí, Caballos hundirse. No poder salir.” Seguro que los caballos no eran tontos” pues allí mismo se quedaron como clavados en el suelo
Ante nosotros, tan lejos como alcanzaba la vista, se veía una gran masa de color gris verdoso. Ahora además de mis cosas personales, llevaba una sartén, una caña de pescar, un saco con cinco kilos de harina y una lata con cebo para el anzuelo. Los otros iban cargados de un modo similar. Nuestro guía, y el hijo de ese no llevaban nada.

El sol brillaba sobre el lago y, solo pensar en que tenía que volver ya me ponía malo
El indio nos mando recoger leños para hacer un buen fuego, y en menos de dos horas había una gran hoguera. Se paso toda la tarde recogiendo brasas calientes para luego tener el fuego adecuado.

El nombre del indio era Uf, lo cual me entere más tarde… ¿Por qué necesita usted un fuego tan grande?
--Montaña, león. Bosque, lobo. No gustar fuego, parecía Morse, pero lo entendí perfectamente. Aquella era una manera alegre de empezar la velada. Ahora había la posibilidad de ser devorados por una bestia salvaje, y solo para pescar algo que no me importaba un bledo.

4 comentarios:

Emma dijo...

Ese indio no debía ser de mi tribu..jajaja..., con lo que a mi me gusta un buen fuego, seguro que era de otra tribu. Hay que ver lo que te pasa, Carlos... como para hacer una pelicula. Muchos, muchos... besos.

Carlos dijo...

Tengo una pelicula de este viaje jajaja

Selket dijo...

Ya me la enseñarás... tiene el "Oscar" asegurado jajaja.. Besos..

Carmina dijo...

yo tambien me apunto a la pelicula, loq ue hubiera dado yo por verte el careto cuando te hicieron subier al caballo, o cuando te cargaron como un mulo y te dijero chato de aqui en adelante a patita... jajajaj que bueno si es que te pasa cada historia que si escribieras guiones cinematograficos te ganarias muy bien la vida seguro...
apuntate esta idea por lo que pueda pasar que el curro en la spain esta cada dia peor