sábado, 16 de enero de 2010

Siguiente semana de pinitos en los negocios de nuestra S.L.

Al noveno día sin noticias de Raúl y sin coche para desplazarme por los andurriales, y decidí darme una vuelta por los alrededores. Hacia un día esplendido de primavera entrando ya al verano, me tumbe sobre la hierba para ir aclarando ideas

Tan tranquilo estaba, que no podía ser verdad, a lo lejos vi que el dueño del hotel me hacia señales para que fuese hacia el…pensé que habría llegado Raúl con el fajo de billetes, y que ya estarían todos contentos…

Me acerque al mesonero y me dijo que tenia que confiscar mis pertenencias. Luego, cuando vio que mi maleta no contenía nada de más valor que un jersey de cuello redondo, una camisa y un par de calzoncillos, llamo al alguacil de la zona rural

A los veinte minutos estaba el alguacil pidiéndome el dinero de la factura, igualito y con los mismos modales que aquellos polis de Barcelona. Total que me pasaportó a la comisaria más próxima a Badajoz.

Me sentía humillado y descorazonado. Pero os tengo que decir que el lugar era considerablemente mejor que la comisaria de Barcelona donde había dormido la semana anterior. Mi nueva celda era limpísima y con un colchón súper blando, y yo era el único inquilino.

A la mañana siguiente me despertó un espantoso ruido en la oficina del inspector de zona. Luego identifique la voz que organizaba la mayor parte del alboroto. Era la de mi socio Raúl, que atronaba con su potente voz por el ultraje que habían cometido conmigo, y las maneras de tratar a su inocente socio.

Raúl saco un fajo de billetes y pago para sacarme de la cárcel. Era nuevamente libre. Esta vez si que le hice preguntas, pero Raúl no se digno a darme ninguna respuesta. Estaba aun muy enfadado con el dueño del hotel y con el inspector jefe, no paraba de refunfuñar y echar pestes de la escandalosa justicia local.

Tomamos otro tren destino Palencia. Raúl y yo nos registramos en el Hotel Castilla Vieja.

Descansa un buen rato aquí, Socio – dijo – Volveré mañana por la mañana

Y antes de que pudiera protestar se esfumo calle abajo y le perdí de vista, iba cargado con su baúl y todo el muy ladeado como si se cayera

Todo lo que me estaba ocurriendo ya me resultaba muy familiar. Lo tenía clarísimo que en Palencia tampoco lo pasaría muy bien.

Seguiré con nuestra estancia en Palencia el próximo día, no quiero agotar a los lectores con largas parrafadas