lunes, 11 de enero de 2010

Siguiendo el tema de mis pinitos en los negocios

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Los polis que llegaron instigados por el propietario del restaurante parecían los auténticos hombres del Frac. No sabían decir otra cosa que pedír dinero para pagar la cuenta, y yo seguía en mis trece, ¡¡¡no tengo dinero!!! Les decía a gritos…esperen que venga mi socio y lo arreglara.

Total, que me encierran en comisaria, y como no sabia en que pensar me dormi en el suelo del calabozo

Por la mañana, después de medirme y tomarme todos mis datos, me llevaron frente a un juez.

Durante el interrogatorio entro en la sala mi socio Raúl, como entro haciendo mucho ruido e increpado por la miseria que se le debía al restaurante, el juez tuvo que usar su martillo para frenar el alboroto y hacerle callar. Mi socio saco un fajo de billetes y pago al individuo del restaurante, y pude salir del juzgado.

Cuando Raúl me rescato de las garras del juez, me sentía tan agradecido que no osaba a preguntarle donde había estado mientras yo estaba todo el día entre el restaurante y la comisaria. Tenía mucha curiosidad por saber, pero ahora confiaba en mi socio más que nunca

Cuando llegamos a Badajoz tomamos un hotel en las afueras de la ciudad, podríamos decir un fonda venida a más en medio del campo, pero limpia y muy agradable.

Me dijo que aguardara en el hotel mientras resolvía unos asuntos urgentes en la vecindad, Y al posadero le dio órdenes: Dele a mi socio lo que le pida. Alquílele un coche para que pueda pasear por los alrededores si le apetece. Estaré de vuelta en uno o dos días, y pasaremos cuentas.

Pensé: si yo era socio a medias de aquella compañía que formamos ¿Por qué no le acompañaba en las gestiones del negocio? Pero yo seguía sin hacerle preguntas. Tenía coche para pasear, y podía descansar tanto como me diese la gana. Aquello era vida

Paso un día. Dos días. Me zampaba de aburrimiento mis tres comidas diarias, dedicándome a pasear por los alrededores en plan millonetis. La mujer del dueño del hotel me tomo un afecto maternal, lavo y plancho todas mis camisas y mi ropa interior. Yo mismo era un espectáculo paseando por el campo con mi coche. Había un salón de billares que incluso jugaban a cartas y al domino, pero yo tenia que contentarme con ser un mirón pues no tenia ni un céntimo en mis bolsillos.

Al tercer día no había aun señales de vida de mi socio y empecé a sentirme incomodo. Hacia el cuarto día la mujer del dueño ya no era tan maternal. Tuve que pedirle prestada su plancha y apañármelas yo mismo. Al quinto día, el dueño dejo de darme conversación, solo me preguntaba con cierta sospecha, que le había pasado Don Raúl. Trate de evitar encontrarme con el.

El encargado de alquilar los coches vino a cobrar y cuando le dije que no podía pagarle…porque mi socio se encargaba de todas las cuestiones financieras, tuvo un altercado con el dueño del hotel, que era el que había solicitado el coche para mí. El importe del alquiler del coche fue añadido a la factura del hotel

Transcurre una semana, y fueron los siete días más largos que jamás he vivido. El dueño me entrego la cuenta y dijo que le abonara hasta el último céntimo como fuera. Que a el no le tomaban el pelo unos estafadores de la ciudad. Y que no le impresionaban mis caprichosas ropas ni mis charlatanerías acerca de mi sociedad con Don Raúl.

Le explique que el Sr. Raúl, mi socio, algunas veces se demora un poquito en sus visitas, pero siempre regresa a saldar sus cuentas.

Próximo día os contare como siguió el tema, así no me alargo tanto en contar mis pinitos comerciales con Raúl

2 comentarios:

Gregorio Toribio Álvarez dijo...

El relato nos deja intrigadísimos. ¿Volverás de nuevo a la comisaría y a presentarte ante el juez? Lo mismo le tomas confianza y acabas siendo su yerno. Como sabe que no tienes para pagar el dormir bajo techo...

Por cierto, veo que mi fama traspasa lo que no está escrito: hasta me parece ver mi foto en los cuadros de los museos. Jajajaja.

pájaro pequeño dijo...

Saludos