A los siguientes días de este pasado verano, en la planta
baja del Gongoking era donde fluían cantidad de conversaciones interesante, y normalmente
alrededor de una mesa redonda situada en
un rincón del comedor. Cuanto mas pasaban los días y todos se sentían ya
nostálgicos de los primeros días del verano y viendo llegar su fin, entonces ya
se fue llamando la Mesa Redonda, y a todos nosotros como los miembros de la
Mesa Redonda del Gongoking.
El Club Thanatopsis tenia, miembros oficiales pero la reunión
de la planta baja nunca los tuvo. Solo era como una gran colmena, con personas
que entraban y salían, comían, discutían, murmuraban, chistes, negocios y otras
chirigotas. Los temas de chicas estaban excluidos por la delicadeza de no
contar aventuras innecesarias a los oídos ajenos.
Matías Coll al que yo ya llamaba el bigotes, almorzaba todos
los días en el Gongoking . A través de el conocí a cuatro chicas
extraordinarias a las que estuve muy ligado todo el resto del verano.
Monique era la chica mas seria que he conocido en mi vida.
Yo pensé que me seria imposible abordarla. Un buen día averigüe que le gustaba
a Monique y su gran pasión no era ni escribir ni la literatura, sino las piedras.
Le explique como yo solía contemplar los pedruscos. Le
encanto, y desde aquel momento nos unió
una especial amistad, la compartimos durante días contemplando todas la piedras
y pedruscos posibles.
Dejando aparte mi pequeño lio con Monique, yo no tenia nada,
nada absolutamente, con que compartir a
la Mesa Redonda. Si embargo, fui aceptado inmediatamente como uno de los que
pertenecían a ella. En realidad, ellos no esperaban que yo hablara, solo tenia
el papel de un mudo loco. La razón
principal era que yo aportaba a la mesa otra clase de talento, el único
que les faltaba: la capacidad para sentarse y escuchar.
Sigo con Monique y sus pedruscos y también con la Mesa
Redonda